martes, 2 de octubre de 2012


EL PENSAMIENTO TOMISTA

El Bien en el Pensamiento Tomista:

Uno de los principios fundamentales de la metafísica tomista es el carácter del bien, que es considerado como motivo de la creación y como fin de todo lo creado.

Dios comunica el bien a través del acto libre de la creación, otorgando a la creatura la capacidad de participar de ese bien aunque de una forma limitada que está de acuerdo a su naturaleza. El bien es el fin de todo lo creado. Cuando lo creado alcanza el bien, obtiene la plenitud de su existencia, por ello en la creatura, alcanzar el bien es completar su existencia y obtener la plenitud del ser. Los límites de lo creado, no constituyen un mal en sí mismo, sino una limitación del bien participativo.

En el pensamiento tomista, no existe el mal metafísico. El mal no existe por sí mismo porque no es otra cosa que la carencia del bien. El mal no tiene existencia propia de modo que debe existir como un parásito de la creación, negándole su plenitud.

Lo creado, lo que es en acto, no sólo es perfecto, sino que puede perfeccionarse aún más. Lo que es acto, es bueno y puede participar de su mismo bien, convirtiéndose así lo creado, aún con sus carencias, limitaciones e imperfecciones en un instrumento que puede formar parte de la obra de Dios difundiendo y expandiendo el bien en el universo creado. En la metafísica tomista, el hombre a pesar de su nateraleza imperfecta, puede ser un instrumento secundario que en las manos de Dios ayuda a difundir y completar la obra creadora.

Esta forma de ver la realidad que considera todo lo creado como bueno, permite encontrar en el universo una jerarquía de bienes ordenados de acuerdo a la participación que tengan del bien y permite comprender que todas las realidades creadas son buenas en alguna medida, lo que posibilita comprender plenamente la doctrina de la redención del hombre, del arrepentimiento, de la posibilidad de salvación aún en el último instante, destruyendo completamente la teoría del determinismo pesimista y demostrando que el hombre posee en todo momento la posibilidad de elegir a través del libre albedrío que le brinda Dios para que actúe en perfecto ejercicio de su libertad.

En el pensamiento de Santo Tomás, la perfección en el ser finito está constituída por tres elementos:
La especie es el aspecto que puede ser conceptualizado del ser, que puede ser entendido por la inteligencia.

El modo es la diferenciación individual o el individuo creado
El orden es la inclinación o tendencia que tiene el individuo a otras cosas distintas de él.

En este modo de ver la realidad, las cosas no son sólo buenas por naturaleza, sino porque poseen perfecciones en su interior que parten de su escencia, su individualidad y su tendencia a obrar acorde a su naturaleza toda.

Bajo esta óptica, la individualización no supone una degradación o 
una desintegración de la escencia, sino una participación limitada de la plenitud del bien, descartando de ese modo la existencia del mal metafísico de las filosofías pesimistas.

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